Paisajes de soledad

Mediados de abril en los caminos del Norte Neuquino.
Las primeras nevadas blanquean los cerros. Ni el volcán Tromen ni el cerro Wayle resultan una excepción.
 
 Los pastos duros de los alrededores son como un preámbulo de la blancura que los cerros comienzan a ostentar.
 El cielo de a poco empieza a transformarse, armándose de nubes oscuras que anuncian la tormenta...
 La laguna Tromen, como un espejo perdido entre tanta soledad, refleja las revoluciones de las nubes en el cielo...
Un pedrero de rocas blanqueadas por el antiguo contacto con el agua, es el tesigo de los viejos niveles de la laguna.
El cerro Wayle...

Resulta asombrosa la variedad de tonalidades que ese paisaje tan desolado le ofrece a los ojos de quien quiera mirar.
El cielo mientras tanto, parece empeñarse en lograr su mejor tormenta...
Los pastos cortos que rodean al Tromen son como la alfombra de bienvenida para quien se acerca al él.

Rocas negras, la sangre que alguna vez despidió el volcán, se apretujan al borde de la laguna, el Wayle las mira por detrás.
Los restos de un neumático me hacen pensar que desde hace mucho tiempo y aún sin querer, nos hemos ido transformado en algo inevitablemente ajeno a ese equilibrio natural y maravilloso...

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