El pueblo encantado
Por la ladera de la meseta, las construcciones se derraman hasta el borde del río y disfrutan plácidas de la luz del sol.
Es la hora de la siesta y el pueblo parece habitado únicamente por casas y árboles. Muy de vez en cuando, alguna persona irrumpe caminando en esa agradable fantasía.
El sol se va poniendo y sin embargo desde lejos, el pueblo todo parece seguir bajo el influjo de aquel encantamiento.
Las primeras luces nocturnas se incrustan como agujas en la superficie del río, insinuando la vida que transcurre dentro de las casas.
Gracias por tu visita!
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