Pescar en el cielo

Los seres humanos afectos a la pesca suelen despuntar el vicio en arroyos, ríos, lagos, mares y los más empedernidos pueden llegar a hacerlo en cualquier otro curso o espejo de agua imaginable que alimente en forma mínima la esperanza de alcanzar una pieza que satisfaga ese placer atávico que late en su interior.

Pero hay historias poco conocidas, contadas en rondas de viejos pescadores de mar, leyendas acerca de una antigua casta de pescadores nocturnos, quienes probaban suerte pescando no en el agua, sino en el cielo.

Estos pescadores plantaban sus enormes cañas al atardecer, y atravesando con sus puntas los densos sargazos de nubes dejaban ascender sedales infinitos que flotaban en la tranquilidad del cielo plácido (por encima de las nubes el cielo siempre es así).

Sus capturas consistían en ilusiones olvidadas, quimeras perdidas, esperanzas interminables y recuerdos de viejos amores, que luego repartían en el sueño de los hombres comunes para alimentar sus almas, siempre antes del amanecer.

No se sabe bien por qué razón, pero se cuenta que la pesca fue mermando y poco a poco aquellos pescadores migraron a otros cielos. Hoy no hay nadie que pesque ilusiones, esperanzas y quimeras, y los hombres comunes deben arriesgarse a volar para poder alcanzarlas.


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