Flor de Aloe
En el Ayurveda indio (5.000 a. C.) se la describe como la "curadora silenciosa".
Entre los antiguos egipcios era una planta sagrada porque según decían, contenía los secretos de la belleza, la salud y la inmortalidad. En el papiro de Ebers (1.500 a.C.) se detallan más de doce remedios a base de aloe vera.
Los filisteos representaban a su dios Baal Zebub con una aloe en su mano, como símbolo de inmortalidad y poder regenerador.
Alejandro Magno conquistó la isla de Socotra para asegurarse de una provisión permanente para sus soldados luego de que con aloe le curaran una herida de flecha.
Nicodemo entregó cien libras de aloe y mirra para preparar el cuerpo de Jesús.
Los oromo etíopes la plantan sobre las tumbas, convencidos de que cuando florece anuncia la entrada al paraíso de la persona fallecida.
Los árabes de la antigüedad lo llamaban "lirio del desierto" y lo comerciaban por su valor medicinal.
Colón la trajo a América (no partía de viaje sin ella) y los jesuitas se encargaron de diseminarla por el continente.
La NASA la ha catalogado como una especie que sería capaz de absorber hasta el 90% de las emanaciones tóxicas producidas por materiales como el PVC, la fibra de vidrio y los barnices y pinturas.
Políticos y sindicalistas argentinos de pura cepa le disputan la "pole position" en cuanto a cantidad de propiedades ocultas.
A pesar de toda esa "chapa" que tiene es una planta de perfil bajo. Salvo cuando se le da por florecer claro…
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